(26 DE SEPTIEMBRE, 2022) Por J. Jesús Esquivel.
¡Oh sorpresa!, el orangután naranja
Washington – Las redes sociales y los avances cibernéticos no se han concentrado en ampliar, agilizar y reducir los costos de las comunicaciones; también han adelantado las disputas por los procesos electorales y políticos entre quienes aspiran a ser candidatos.
En Estados Unidos faltan dos años para las elecciones presidenciales, las de noviembre de 2024, y la contienda ya está en plena disputa partidista. Joe Biden, el actual mandatario y máximo representante del partido demócrata, enfrenta una cruzada contra sí mismo. Su impopularidad, la frágil situación económica y la sombra de Donald Trump, lo proyectan como un reflejo de un correligionario, Jimmy Carter, o de un antecesor republicano, George H.W. Bush. En otras palabras, un presidente de un periodo presidencial que se queda a la orilla de la reelección.
Dirán los doctos del manejo de las cartas de la suerte que, aunque es temprano para leer el futuro político-electoral estadunidense, la sombra del orangután naranja ya se pasea por los pasillos de la Casa Blanca.
Entre los líderes demócratas del Congreso federal, Nancy Pelosi y Chuck Schumer, presidenta de la Cámara de Representantes y líder de la mayoría en el Senado, respectivamente, se palpa la preocupación sobre el futuro inmediato de su partido. El efecto Biden y la ausencia de cambios profundos y palpables en la economía trastocada por la pandemia de COVID-19, hace al partido demócrata altamente vulnerable ante el descontento social que electoralmente el próximo 8 de noviembre se puede materializar en el arribo del partido republicano como la nueva mayoría representativa en el poder legislativo.
Trump, pese a estar metido en líos judiciales hasta por debajo de esa cabellera que se percibe tan falsa como un billete de tres dólares, se mantiene como una figura altamente popular entre la sociedad de los Estados Unidos más racista, conservadora, ignorante y afiliada al partido republicano en su sector más radical.
El expresidente, a menos que sea impedido por acusaciones criminales relacionadas con el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, por fraude fiscal o por uso indebido del poder Ejecutivo (cuando lo representó) para socavar las leyes electorales, cuenta con todo el potencial para volver a disputar la nominación presidencial del partido republicano.
Y, ¡oh sorpresa!, las encuestas realizadas por distintos medios de comunicación estadounidenses lo colocan como el favorito para enfundarse la banda republicana como candidato a la presidencia en 2024. Esto no para aquí. Los sondeos también lo posicionan como el republicano con mayores probabilidades de derrotar a Biden en las urnas durante los comicios de noviembre de 2024.
Frente a esta probabilidad, que hasta en el mismo Averno genera comezón al Chamuco, porque corroboraría que nuestros vecinos los gringos no aprendieron la lección, lo único lamentable es que los inmigrantes volverían a ser la piñata electoral del orangután naranja.
Entre dientes, los demócratas piensan en alternativas a Biden como candidato a la presidencia y están hechos bola porque no hay nadie. El presidente quiere y ya piensa en reelegirse confiando en que si lo hizo una vez, puede nuevamente volver a derrotar a Trump. Frena tus mulas, falta el arado, gritarían mis padrinos los hijos del Averno. Míster Biden, ¿acaso no se da cuenta que, en promedio, el 58% de los estadunidenses lo consideran un fracaso en la presidencia?
Hay una similitud entre Estados Unidos y México sobre las perspectivas electorales presidenciales; no hay oposición y la que hay está tan jodida que francamente ni cuenta. Cierto, quedan dos años para las elecciones, pero si Biden no sube en su popularidad y si Trump se sale con la suya al no ser encausado judicialmente, el multimillonario puede con facilidad regresar a la Casa Blanca. ¿Y a nosotros qué? Me podría, con toda razón, preguntar algún lector. Bueno, además de que Trump volvería a criminalizar a los inmigrantes para cumplir con los objetivos de la
plataforma electoral radical y conservadora del partido republicano, emularía a Greg Abbott e incluso irse más al extremo en prometer acciones que nos afecten; como la de catalogar como grupos terroristas a los cárteles del narcotráfico mexicano. Ojo, lo de Abbott, el gobernador de Texas, no tiene efecto concreto sobre México.
Lo de Trump es harina de otro costal porque cuando fue presidente amagó con hacerlo para doblegar a México en materia migratoria y como jefe del Ejecutivo en un potencial regreso lo volverá a hacer.